@gorietesfoner
Se notan los nervios en el ambiente, una sensación eléctrica nos recorre a todos, niños y no tan niños, y somos conscientes de que ha llegado un día muy especial, posiblemente el más bonito del año. Los que somos afortunados de contar con la mayoría de nuestros seres queridos entre nosotros, seguimos disfrutando de estos días como si aún fuéramos niños. La alegría reflejada en el brillo de los ojos de los más jóvenes y sus exclamaciones ante las sorpresas cuidadosamente colocadas por Papá Noel junto al árbol, nos devuelven a una etapa maravillosa de nuestras vidas.
En Inglaterra, mi familia política también disfruta y celebra con gran devoción la Navidad. Como es lógico, tienen sus tradiciones y hechos diferenciales que a mí, personalmente, me encantan. Lo que posiblemente me cueste más asimilar es que, al menos en casa de mis suegros, la Nochebuena no se celebra. Se me hace muy extraño, ya que desde siempre, ya fuese en casa de mis padres o en la de mis tíos, celebrábamos esta noche tan especial junto a mis primos, con los que he crecido desde niño.
Desde la perspectiva anglosajona, en esa noche se empiezan los preparativos del día 25. Es fundamental descansar bien, ya que al día siguiente nos toca una larga jornada de celebración.
Quien puede, descansa y contiene las emociones. Los más pequeños, si madrugan, tienen rigurosas instrucciones de esperar a que los mayores se desperecen. Para ello, Santa, que es un tipo sabio y con recursos, les ha dejado el stocking, o calcetín gigante, del que sacarán algunos juguetes y curiosidades para tenerlos entretenidos un rato.
Como nuestros pequeños ya no lo son tanto, y mientras se espera que llegue la próxima generación de niños, los mayores nos tomamos la licencia de colarles algunos detalles que podrían herir algunas sensibilidades pero que con humor, en este caso poco refinado, intenta arrancarles una carcajada o un Oh my God!!! Os puedo asegurar que no he puesto fotos de los más irreverentes.
Una vez que la familia está al completo y decentemente presentable, nos dirigimos a la sala de estar donde por segunda vez, la magia de Papá Noel se convierte en regalos.
Conscientes los chavales que llega la artillería pesada, muestran júbilo e impaciencia. Todo ello percibido por la atenta mirada de los mayores que los transporta a una época ya bastante alejada donde la nostalgia, de vez en cuando, les provoca alguna lágrima involuntaria. No se puede empezar este grandioso día de mejor forma.
La emoción contenida ha despertado la primaria necesidad de pegar un buen bocado. Nada más British que un desayuno compuesto de huevos, bacon, salchicha, champiñones, tomates, y tostada (en nuestro caso bagel). Este año, por súplica popular, hemos prescindido de las judias y no sé, si por venganza o por imprevisión, tampoco hemos disfrutado del black pudding, un embutido que me recuerda muchísimo a nuestro querido butifarrón.
Tras dar buena cuenta de la comida más importante del día, continuan los preparativos del Christmas Dinner. No me preguntéis por qué no le llaman lunch, tampoco me lo han aclarado. Carole, desde bien temprano, tiene cocinándose a baja temperatura un pavo para el ejército de comensales. Así mantendrá todos sus jugos y quedará tierno.
Parte de la familia nos dedicamos a poner la mesa. En parte es para ocupar nuestro tiempo porque el desayuno es cosa del pasado y nuestro olfato ya detecta los aromas de lo que se está cocinando en el horno.
Por fin llega el momento en el que nos llaman a la mesa. Gracias a que somos muchos, me he librado de servir los platos, pero significa que me tocará recoger.
Nos vamos sirviendo el vino, en esta ocasión un Shiraz australiano muy solvente que irá a la perfeccion con la pava. Como guarnición hay patatas al horno, coles de Bruselas, brocoli, zanahoria, chirivías, etc., acompañado de ‘pigs in blankets’ (salchichas envueltas con beicon), relleno, salsa de pan, salsa de arándanos rojos y gravy, una reduccion de los jugos de la carne asada.
Pero antes de empezar, cogemos los crackers, unos envoltorios cilíndricos de cartón que guardan pequeños tesoros en su interior. Entre dos comensales se agarran ambos extremos, y cada uno estira para si hasta que se abre el cracker. Sólo uno será el afortunado y conseguirá llevarse el cilindro casi entero, con las sorpresas que incluye. El otro se quedará con las ganas y el otro extremo, vacío, del envoltorio.
Entre los contenidos, es conocido por todos lo malos que son los chistes, más bien juegos de palabras, que aparecen en un trozo de papel, parecido a lo que encuentras en las galletas chinas de la suerte. Además, en su interior, se esconde un detalle prácticamente inútil, como un mini bloc de notas, un dado, una lupa o un llavero. Tambien contiene una corona de papel, que lucimos durante la comida llevándola con orgullo y satisfacción. Nos iguala a todos ridícula y democráticamente, así que ya sólo nos queda brindar y empezar a disfrutar de los manjares .
Dejamos un hueco para el pastel de Navidad, la tarta de chocolate o el banoffee pie para acabar de manera gloriosa, paladeando algo dulce.
La tarde transcurre llena de anécdotas, recuerdos, chismorreo y puestas al día. No es muy diferente a lo que ocurre a miles de kilómetros en casa de mis padres que lo celebran con mi hermano, cuñada, sobrina y primos. Es el momento de los juegos de mesa y de de que los chavales disfruten de sus nuevos juguetes. Este año hemos tenido suerte, todo funciona. No sería la primera vez que algún artículo no se enciende, no lleva pilas o es defectuoso. Así que todo el mundo está feliz jugando.
Llega el momento de empezar a organizar la cena, tipo buffet, en la que cada familia contribuye con varios platos. Algunos previsibles por quien los ha preparado, aunque no por ello desmerecen ya que suelen preparar sus especialidades. Otros innovan. En nuestro caso un poco de todo, preparamos la aclamada tortilla española, unos blinis con tartar de salmón y aguacate y una ensaladilla rusa. Ya llevamos un par de años con conatos de invasión vegana, aunque los tenemos controlados y arrinconados.
Por tercera vez nos congregamos alrededor de la mesa y sin prisa pero sin pausa, disfrutamos de los alimentos y compañía por igual. Después del té, recogemos todo y algunos comienzan el éxodo, cansados y felices después de esta gran jornada.
Durante la comida y cena he llevado mi SEIKO SARX033, también conocido como babyGS. Es perfecto para la ocasión, elegante pero dotado con zafiro y durashield que le confiere mayor resistencia al maltrato.
Pero hoy me ha hecho mucha ilusión mi regalo, un Helson Sharkmaster 600 blanco, fiel homenaje de un Omega Ploprof 600, con materiales de primera y buenos acabados.
Es un diver herramienta con un diseño muy particular, con una caja asimetrica, un bisel contundente, y un bloqueo del mismo en forma de boton rojo. Todos estos detalles le confieren una estética poderosa y un peso notable. Aún así, en muñeca media, como la mía, se le ve potente, pero menos de lo imaginado y resulta bastante cómodo. Personalmente, con milanesa gruesa es como más me gusta. En la versión blanca, el insert tiene un lumen espectacular que a oscuras se asemeja a una auténtica linterna.
Realmente un gran día y dos excelentes relojes.
Felices fiestas a todos.
Me ha gustado mucho Gori. Sólo encuentro a faltar la charla del cuñado. Saber si en UK es un tópico como aquí. Difruta.
Saludos
Que gran reportaje Gori. He disfrutado por igual de las viandas que de los relojes. Muchas gracias por compartir.
Me ha gustado mucho Gori
Siempre es interesante conocer otras culturas. Tú tienes la suerte de poder vivirlo de primera mano.