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Verge Fusee Pocket Watch By Henry Wallis – London, Circa 1760

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A mediados del s. XVIII, la industria relojera británica se encontraba en pleno apogeo. El “arte de la relojería” estaba avanzando, buscando la producción de nuevos relojes que abandonaban la estética antigua de las creaciones de principios del siglo. Los relojes se volvieron menores en talla, se esmaltaron las esferas y se usaron joyas donde se engastaba el eje del volante. En muchos casos, estos nuevos relojes se dotaron con nuevos tipos de escape como el de cilindro, que confería una mayor precisión a los mismos.

Hoy vamos a intentar describir la naturaleza de un reloj realizado en este periodo, que Terence Camerer Cuss describe en su libro como “The Fourth Period 1725-1775“. Durante este periodo, florecieron nombres tan importantes para la relojería como Thomas Mudge, William Dutton o Justin Vulliamy, entre otros.

Fuente:
https://www.safonagastrocrono.club/

En nuestro caso, se trata de un reloj equipado con escape catalino y el gallo bellamente adornado, coronado con un gran diamante donde se apoya el eje del volante. Este último viene firmado por un tal Henry Wallis de Londres (volveremos a él más adelante) y sin duda alguna se trata de un reloj de mucha calidad, que habría resultado muy costoso para su propietario. Pero veamos sus características intrínsecas.

Dial Y Agujas

Empecemos por la parte más “visible” del reloj.

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Fuente:
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Como podemos apreciar el dial está esmaltado sobre una placa de cobre. Las diferentes técnicas de esmaltado aplicadas a la relojería se remontan ya desde el s. XVI. El esmalte es un vidrio blanco derivado de sílice mezclado con otros compuestos, tales como el plomo rojo y el carbonato de sodio. Estos compuestos se calientan en un crisol, hasta que se forma un líquido incoloro y cristalino. Al enfriarse, esta pasta se muele hasta conseguir un polvo con el grano adecuado para su aplicación. Este polvo se tamiza y aplica directamente sobre el disco de cobre o en una solución acuosa y después se hornea a temperaturas de entre 800 a 1.200 ºC. Por norma general, se iban aplicando capas hasta conseguir el espesor y la textura deseada.

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Fuente:
https://anordain.com/blogs/news/enamelling-techniques-cloisonne-enamel

Estas esferas completamente esmaltadas se hicieron muy populares a mediados del s. XVIII, sustituyendo progresivamente a las esferas metálicas del tipo “Champlevé” tan típicas en el s. XVII. En la siguiente imagen podemos observar un magnífico ejemplo de una esfera metálica y repujada, de un reloj de finales del s. XVII del insigne Thomas Tompion, ahora alojado en el Museo Británico.

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Fuente:
https://www.pinterest.com/pin/547398529680841390/

El oficio de esmaltador llegó a ser muy popular durante esta época tanto en Londres como en Birmingham, pero a día de hoy aparece en la lista de oficios a “desparecer” en el Reino Unido, donde ya sólo se contabilizan muy pocos profesionales. Suiza y Japón son dos de los países que siguen manteniendo vivo este oficio en referencia a su aplicación en la relojería.

Volviendo a la esfera, vemos que su estilo es el característico de su periodo, con tres círculos concéntricos que la dividen: números romanos para las horas, una pista de minutos y una escala de minutos en números arábigos de gran tamaño. Aunque la imagen puede magnificar el daño de la esfera, esta se conserva en relativo buen estado. El uso de una pequeña llave para ajustar el reloj desde la parte frontal propiciaba que el esmalte fuese propenso a recibir pequeños golpes sobre su superficie, favoreciendo así con el tiempo la aparición de grietas e incluso en casos más graves la pérdida de material.

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https://www.safonagastrocrono.club/

Otra de las señas de identidad de nuestro protagonista son las agujas del tipo “Beetle & Poker“. Resulta fascinante ver lo bien conservadas que han llegado hasta nuestros días. Las agujas son una de las partes más importantes de un reloj tan antiguo, ya que muchas de ellas se rompieron durante su camino en el tiempo o fueron sustituidas por reproducciones más modernas de peor calidad. En éstas, realizadas en acero, se puede observar su bello torneado y aún conservan parte del típico azulado “petróleo”, efecto del pavonado térmico a que fueron sometidas. Las agujas solían realizarse en cobre, acero u oro. Las de mayor calidad realizadas en acero, se torneaban, a diferencia de las que eran moldeadas o cortadas y posteriormente limadas. Su efecto tridimensional es único. Posteriormente, eran sometidas a un pavonado térmico que consistía en templar el acero a temperaturas de hasta 300 ºC. Esto les confería a las agujas un buen equilibrio entre dureza y resistencia. El óxido azul que se forma por el proceso del calor las dotaba de una mayor protección frente a la corrosión del tiempo.

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Fuente:
https://anordain.com/blogs/news/thermal-bluing-1

El artesano encargado de realizarlas debía controlar muy bien los tiempos en el proceso del pavonado, pues si no el acero se podía volver quebradizo o no adoptar ese color azulado de forma homogénea.

La Caja

Desgraciadamente, la caja no es original al reloj, es más, es como una especie de “modificación” de una caja del tipo consular con dos aperturas: una delantera y otra trasera. Esta carece de cualquier sello del fabricante o de una marca de la oficina de ensayo, elementos que nos hubiese ayudado para datar el reloj con mayor exactitud. En este periodo, los relojes se hacían servir de una doble caja: una interior que albergaba el mecanismo y una exterior (chichonera) que protegía a todo el conjunto. Un buen ejemplo podría ser este reloj con escape de cilindro, firmado por Abraham Bernard, circa 1776, de mi colección particular.

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Fuente:
https://www.safonagastrocrono.club/a-cylinder-pocket-watch-by-abraham-bernard-of-bristol/

Las cajas solían fabricarse en oro o plata, e incluso en plata dorada. También aparecieron cajas protectoras del tipo “Tortoise” fabricadas con la parte inferior de un caparazón de tortuga, aunque por norma general solían llevar un revestimiento de piel o de cuerno de animal y en ocasiones adornos de oro u joyas en los modelos destinados para la alta sociedad. En la siguiente imagen, podemos ver un ejemplo de caja “Tortoise” decorada.

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Fuente:
https://www.safonagastrocrono.club/a-cylinder-pocket-watch-by-abraham-bernard-of-bristol/

No podemos dejar de citar en esta visión general otra tipología de caja, siendo muy popular en este periodo: la “Repousse Case”. Éstas, como el nombre indica, llevaban grabadas en bajo relieve por su parte trasera escenas bucólicas o mitológicas realizadas con la técnica del repujado. De estos años, se han conservado ejemplos de una belleza y definición exquisita.

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Fuente:
https://watchmuseum.org/product/fine-gold-repousse-pair-case-by-moser-1744/

El Movimiento

Ya hemos advertido en la introducción que el movimiento se trata de un “Verge Fusee” (catalino). Veamos ahora con más detalle estos dos elementos que lo definen y caracterizan. Empecemos por el denominado “Fusee”.

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Fuente:
https://www.safonagastrocrono.club/

Un fusee (del francés fusée) es una polea en forma de cono con una ranura helicoidal a su alrededor, enrollada con una cuerda o cadena unida al barrilete del muelle real de los relojes mecánicos. Se utilizó desde el s. XV hasta principios del s. XX para mejorar el cronometraje, igualando la tracción desigual del muelle real a medida que esta descendía. Es decir, su misión era proporcionar una fuerza constante al tren de rodaje, aunque el muelle perdiese su fuerza al irse desenrollando dentro del barrilete por la acción del mecanismo.

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Fuente:
https://en.wikipedia.org/wiki/Fusee_(horology)

El escape era el encargado de regular esta fuerza. Efectivamente, el escape del tipo “Verge” (catalino) es el más antiguo conocido y sirvió para configurar relojes totalmente mecánicos. Desarrollado inicialmente en el s. XIII, este tipo de escape se utilizó en los relojes monumentales de las torres de las iglesias y/o de edificios oficiales y su uso se extendió en los relojes de bolsillo hasta finales del s. XIX. Este tipo de escape básicamente consiste en una rueda con forma de corona llamada “rueda de escape”, con dientes en forma de sierra que sobresalen axialmente hacia el frente y con su eje orientado horizontalmente.

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Fuente:
https://www.safonagastrocrono.club/

Frente a ella hay una varilla vertical, el “borde”, con dos placas de metal, las “paletas”, que enganchan los dientes de la rueda de escape en lados opuestos. Las paletas no son paralelas, sino que están orientadas con un ángulo entre ellas, por lo que sólo una atrapa los dientes a la vez. El borde se fija a un oscilador como un péndulo, un volante (como en los relojes de bolsillo) o, en su forma más antigua, un “foliot“. Una vez puesto en movimiento, el borde oscila sobre su eje deteniendo y soltando la rueda de escape alternativamente para hacer avanzar los engranajes del tren a una velocidad constante, proporcionando así un estándar de cronometraje.

Quizás con un didáctico vídeo lo entendamos mejor.

Su nombre “verge” proviene del latín que se puede traducir como “vara” o “borde”, que ya hemos visto que consistía en el eje vertical donde se instalaban las paletas. La otra denominación más común para este tipo de escape o de relojes que lo utilizan es “catalino”. En este caso hace referencia a la rueda dentada de escape por su analogía con la rueda que se utilizó para el martirio de Santa Catalina de Alejandría.

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Fuente: Dominio público.

Estos dos elementos principales (y todo el tren de rodaje) se encuentran alojados en el interior del movimiento que consta de dos placas, unidas por tres pilares del tipo balustre cuadrados. En la siguiente imagen podemos apreciar los pilares, el fusse y el barrilete de carga (donde se aloja el muelle real) y las dos placas que conforma el movimiento.

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Fuente:
https://www.safonagastrocrono.club/

Progresivamente, estos pilares de balustre fueron sustituidos por unos del tipo redondo. Estos detalles estéticos nos pueden ayudar a una posible datación del reloj, como cuando carecemos de las marcas de ensayo de la caja. En la placa inferior del reloj encontramos el “cock” o gallo. Este iba atornillado a la placa y servía para proteger y albergar el volante, su eje y la espiral. Su tamaño, decoración y forma también fueron variando a lo largo del ss. XVIII, pero centrémonos en nuestro caso.

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Fuente:
https://www.safonagastrocrono.club/

Lo primero que nos llama la atención visual es la riqueza de su decoración. Efectivamente, el artesano que lo realizó se debió preocupar lo suficiente para que los detalles del mismo resaltasen de manera exquisita. Podemos apreciar las inconfundibles volutas asimétricas del periodo rococó, en forma de hojas de acanto.

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Fuente:
https://espores.org/es/es-plantas/el-acanto-en-el-arte/

Pero estas no vienen solas. En la parte superior izquierda y en la base encontramos dos elementos grotescos, a saber: la cabeza de un dragón que se fusiona a la perfección con los elementos vegetales y destacando en el espectro visual la cara de un sátiro. Estas “máscaras grotescas” tenían una función aparentemente más que estética, es decir: se hacía de ellas un uso apotropaico, que protegía al portador de la misma del mal de ojo o de otros posibles infortunios.

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Aquí podemos apreciar otro bello ejemplo del mismo estilo de un reloj con escape de cilindro, datado de forma precisa en 1764 perteneciente a mi colección particular, lo cual me ha servido para hacerme una idea aproximada de la datación de nuestro reloj protagonista.
Fuente:
https://www.safonagastrocrono.club/a-cylinder-pocket-watch-by-christopher-fennymore-circa-1760/

Al parecer, el uso de máscaras grotescas en joyería y otros objetos cotidianos se inició con el redescubrimiento del “Domus Aurea” y los frescos de las habitaciones privadas del Palacio de Nerón en 1480. La influencia ejercida por las máscaras grotescas descubiertas en el palacio se extendió en el arte hasta alcanzar su clímax en el s. XVII con la escuela italiana. Orfebres como Matthias Zundt (1498-1572) introdujeron máscaras grotescas en las armas, los relojes y las joyas por toda Europa y como vemos la tradición se perpetuó durante el s. XVIII.

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Fuente:
https://www.meisterdrucke.es/impresion-art%C3%ADstica/Bolognese-School/831442/M%C3%A1scara-grotesca-del-siglo-XVII..html

En un curioso estudio presentado en un volumen de ensayos antropológicos y basado en la comparación de una colección de gallos (“The secret of the verge watch…” ), su autor Arthur Thomson expone la paradoja de que si bien el uso apotropaico estaba bien extendido y acomodado en la conciencia colectiva, el orfebre o el artesano que las realizaba se tomase tantas molestias en conseguir esta bella definición de su ejecución en un objeto como un reloj de bolsillo, pues naturalmente su trabajo nunca estaría a la vista y permanecería siempre oculto bajo una tapa y a su vez protegido por una doble caja. Lo más posible (aunque tratemos con trabajos anónimos) es que se debía a una cuestión de prestigio, pues los relojes en aquella época eran verdaderos objeto de lujo al alcance de unos pocos. En este caso, el sátiro parece advertirnos de la existencia de un regulador (del tipo Tompion) y que lo usemos para regular la marcha del reloj.

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Fuente:
https://www.safonagastrocrono.club/

Un punto muy importante para destacar y que ayudaría a resaltar la idea de “prestigio” con la que deseaba dejar su impronta el relojero, es el uso de un diamante de gran tamaño que alberga el eje del volante, tallado en talla rosa. Efectivamente, sólo los relojes de la más calidad incorporaban estas gemas que además resultaban ser funcionales y no meramente decorativas. Estos diamantes eran mayoritariamente importados de la india y su uso en relojería se puede rastrear hasta Christiaan Hyugens (1629-1695), donde en su libro “The Pendulum Clock” alaba las bondades del diamante como base para asentar el eje del borde, debido a su resistencia y que evitaba en gran manera la fricción y el desgaste del eje con su movimiento. Al parecer, Nicholas Fatio recogió esta idea, presentada antes en Francia, pero no interesó y finalmente lo presentó en Londres, donde patentó su uso (el de perforar los diamantes u otras joyas) por 14 años, junto a los hermanos Debaufre en 1704. La Clockmaker’s Company se opuso efusivamente a que se dictaminase una ley sobre el uso exclusivo de joyas en la relojería que les otorgaba la patente a los hermanos Debraufe y presentaron como prueba de un uso más antiguo y anterior a la patente un reloj de 1675 atribuido a Ignatius Huggerford. Finalmente, la cámara de los Comunes no redactó la ley y revocó la patente otorgada. El reloj presentado como prueba se guardó celosamente con la patente revocada y enterrada para siempre.

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Reloj atribuido a Ignatius Huggerford, que sirvió como prueba para revocar la patente de Fatio (1704)
Fuente:
https://collection.sciencemuseumgroup.org.uk/objects/co8557658/silver-and-tortoiseshell-pair-cased-watch-by-ignatius-huggeford-watch-verge-movement

Lo mas curioso del caso es que a mediados del s. XIX, un miembro del tribunal de la Clockmaker’s Company (E.J. Thompson) dio con el reloj y lo inspeccionó concienzudamente, llegando a determinar en su posterior informe que la joya utilizada por Ignatius Huggeford no estaba perforada, que era simplemente un mero cristal decorativo y que el eje del borde se engastaba en un cojinete de latón. Con esta estratagema, la Clockmaker’s Company se guardó el derecho a no tener que pagar una licencia cada vez que uno de sus miembros quisiera equipar una de sus creaciones con una joya, manteniendo así el monopolio sobre la producción y fabricación de relojes en el Reino Unido.

Henry Wallis

No podemos finalizar este trabajo sin hacer una breve mención al método de producción artesanal de la relojería británica del s. XVIII.

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Fuente:
https://www.safonagastrocrono.club/

Los relojes de más calidad solían llevar una tapa que protegía el calibre contra la suciedad o golpes eventuales. En ella aparece el nombre de Henry Wallis que a priori debió ser el relojero que finalizó este bello trabajo. Sin embargo, sólo hemos encontrado una somera referencia en Britten que cita textualmente: “Red Lion St., 1765-68”, donde al parecer nombra el lugar de su establecimiento y los años donde trabajó en él. Con tan poca información, es imposible afirmar si Wallis era un relojero o el propietario de la tienda donde se vendió el reloj.

Efectivamente, el “relojero” británico de mediados del s. XVIII bien podía ser aquel minorista que vendía el reloj. En el mejor de los casos, el relojero o minorista terminaba de ensamblar, ajustar, decorar o añadir alguna invención suya realizada por encargo al producto final que después se encargaba de vender. Por norma general, el “relojero” compraba o encargaba las piezas a otros artesanos y en su taller las ensamblaba, modificaba, enjoyaba o decoraba, para despues ajustarlos y ponerlos a disposición del cliente. Los grandes centros de acabado se encontraban situados en las grandes ciudades, como Londres, Liverpool o Birmingham.

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Fuente:
https://www.pinterest.com/pin/511932682620039541/

En la enciclopedia de Rees “Cyclopædia” o “Universal Dictionary of Arts, Sciences, and Literature” que empezó a publicar en 1800 y finalizó en 1828, encontramos una buena definición de “Watchmaker” de la época y enumera una lista de unos 70 oficiantes o artesanos que de alguna manera participaban en la confección de un reloj de bolsillo. Esta información queda muy bien reflejada en este interesantísimo vídeo.

Con el advenimiento del nuevo siglo, este tipo de fabricación tan artesanal llegaría a su ocaso progresivamente, siendo abandonado por un tipo de producción más serializada y automatizada que se acerca más a la idea de “relojería” que poseemos actualmente.

Sirva este artículo para conocer un poco más el minucioso trabajo de esos magníficos artesanos y a valorar sus creaciones en su justa medida, que ya forman parte delmisterio y arte de la relojería (tal como citó textualmente el rey Carlos I en 1631).

3 comentarios en «Verge Fusee Pocket Watch By Henry Wallis – London, Circa 1760»

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