@aviation_watch
Creo que restaurar un reloj heredado es una forma de devolverle algo a esta afición.
Hoy os presento el reloj que usaba mi padre, un Omega 111.024 de finales de los años 60. El gasto que requirió devolverle el lustre a un reloj de 50 años casi nunca nos compensará económicamente, pero lo que emocionalmente aporta es impagable.
Veámoslo después del gran trabajo que hizo el relojero local S’hora des Rellotge en colaboración con el especialista en restauración Danafi Barcelona.
En primer lugar, toca contar algo de la parte emocional.
Mi padre falleció rápidamente tras un accidente a finales del 2015. Me pilló en el Reino Unido y desgraciadamente no conseguí llegar a tiempo para verlo.
Los siguientes meses fueron bastante duros. Pasé mucho tiempo lejos de casa, mi mujer, nuestros hijos y las mascotas, ayudando a mi madre a vaciar el chalet para que pudiera mudarse al casco urbano. Como ella no conducía, su casa “de por vida” con vistas al mar desde el Montgó de Dénia no iba a resultar práctica. De edad avanzada también, mi madre necesitaba venderla y estar cerca de comercios, centro de salud y sus amistades.
Ambos era acaparadores, así que ya os podéis imaginar… Fue un proceso arduo y lento. Donamos innumerables cosas, pero tristemente nos tocó desechar todavía más. Aun así, seguía habiendo una montaña de enseres que no iba a ser fácil meter en un piso mucho más pequeño. Al final lo conseguimos, pero hacerlo llevó casi tres meses.
Yo, al contrario que mis padres, no soy nada acaparador. Quería muy pocas cosas: un par de muebles decorativos, la antigua caja de cartón en la que mi padre guardaba los recuerdos de sus propios padres, algún cuadro y por supuesto su reloj.
El reloj, que ya usaba muy poco en sus últimos años de vida porque no se separaba del móvil, se trata de un Omega 111.024. El Catálogo Vintage de Omega describe la referencia como un De Ville lanzado en 1962, aunque no lleva el nombre de la línea impreso en el dial.
Es un reloj en una caja de acero inoxidable chapada en oro de 20 micras, con trasera a presión que incluye una ranura adicional para sujetar el calibre y la esfera en posición. Lleva un “box cristal” acrílico.
Mide 28 mm de ancho, 29 mm incluyendo su delgada corona. Tiene 35 mm de longitud (“lug-to-lug”) y apenas 7 mm de grosor, incluyendo la cúpula del cristal. Es un reloj bastante típico de los años 60, simple y elegante, aunque evidentemente pequeño para los cánones actuales.
Fue un regalo que recibió mi padre al dejar un trabajo en Irlanda en 1969, aproximadamente un año antes de que nos mudáramos desde Dublín, donde nací, hasta Valencia, parando en medio algo de tiempo en el Manchester natal de mi padre. Aquí ya empieza la conexión emocional de este reloj, retrayéndome a mi nacimiento e infancia en Irlanda y mi llegada a España con tan sólo cinco años, en mayo de 1970.
El reloj equipa un calibre Omega 620, fabricado entre 1960 y 1973 en grandes cantidades (1.380.000 unidades según Ranfft). El número de serie sugiere que el calibre de este reloj es de circa 1966. Es un calibre dos agujas de cuerda manual. Es sumamente pequeño, contando con 17,5 mm de diámetro y 2,5 mm de grosor. Oscila a 19.800 vph (2,75 Hz), cuenta con 17 rubíes y ofrece una reserva de marcha de 42 horas.
Fuente: https://www.safonagastrocrono.club/
El reloj estaba en un terrible estado cuando lo rescaté del cajón de la mesita de noche. No es el mejor sitio para guardarlo…
Llevaba un brazalete “aftermarket” dorado en pésimo estado que deseché sin ningún tipo de remordimiento. La caja tenía el chapado desgastado por el uso, además de marcas y roces propios de un reloj de esta edad. La esfera tenía algo de patina, los bordes doblados, una gran marca a las 01:30 h y muchas impurezas en su periferia. Las agujas estaban muy deterioradas, aunque los marcadores se conservaban relativamente bien. El cristal estaba agrietado en una esquina además de muy marcado.
El calibre necesitaba una revisión completa; nadie en la familia recordaba cuando había sido revisado por última vez. La mugre saltaba a la vista. El muelle real parecía querer absorber carga, pero el volante oscilaba al azar y a ratos.
Dejé el tema aparcado un tiempo, quizás demasiado…
Aprovechando una visita de mi madre le comenté que me apetecía restaurar el reloj. No sé exactamente por qué la involucré en la decisión, pero de algún modo quería su aprobación. Me la dio sin dudarlo. De hecho, creo que le alegró mucho saber que me importaba.
El 17 de enero del 2019 se puso en marcha el proyecto de restauración. Llevó bastante tiempo. Se completó el 12 de marzo del 2019, curiosamente el día de mi cumpleaños. Como os podréis imaginar, fue una grata notificación la que recibí ese día: que el reloj estaba listo, comprobado y listo para recoger.
A nivel mecánico, el relojero de S’hora des Rellotge (Miguel Ángel) no encontró nada irreparable. Sólo fue cuestión de esperar a que llegaran las piezas. Hasta las agujas de repuesto estaban disponibles. El servicio costó €215 más IVA (21%), un precio muy razonable en estas lides, dado que el reloj no había sido revisado en décadas.
Restaurar la caja y la esfera ya entrañó un gasto mayor, concretamente de €547 más IVA. Este trabajo lo realizo Danafi Barcelona, un especialista en estos temas que subcontratan muchos relojeros. He visto alguna que otra crítica de su trabajo, pues a todo el mundo no le entusiasma ver relojes viejos que parecen ejemplares recién salidos de fábrica. Sin embargo, yo no tengo queja alguna. Es precisamente como lo quería, para que aguantase otros 50 años.
Para completar el proyecto le añadí una correa Hirsch de piel de avestruz de color caramelo con una hebilla dorada, que le sienta bien y es comodísima.
Veámoslo…
Fuente: https://www.safonagastrocrono.club/
Como se puede apreciar en las imágenes, la esfera restaurada destella a través del cristal nuevo. Los marcadores fueron rechapados, al igual que el logotipo aplicado. Las impresiones fueron repintadas.
Sin embargo, la caja conserva algunos pequeños desperfectos, siendo un buen recordatorio del uso que ha tenido este reloj y de quién lo usó. La trasera, a pesar del pulido, sigue mostrando signos muy evidentes de uso.
No puedo ocultar que el reloj lo veo muy pequeño puesto y por ello no lo utilizo habitualmente. Dicho esto, no dudaría en llevarlo a un evento formal, ya que sería perfecto en ese ambiente.
Lo saco de la caja cada trimestre, más o menos, para darle cuerda y fotografiarlo. Esta vez me ha proporcionado la excusa perfecta para redactar esta entrada.
Mi madre llegó a ver el reloj restaurado en la siguiente visita que hizo a Mallorca, aunque desgraciadamente falleció al poco tiempo tras regresar a su casa en Dénia. Imagino que fue un grato recuerdo que se llevó al otro mundo. Por mi parte, poder contentarla al final de su vida es un recuerdo que yo conservaré para siempre.
Creo que la inversión en restauraciones de este tipo no tiene ninguna justificación en términos económicos. Ejemplares bien conservados del Omega 111.024 pueden adquirirse a partir de unos €250, aproximadamente. Es decir, la inversión no la recuperaré nunca. Pero esto es lo de menos.
Es un reloj con historia y me satisface recordarla cuando lo contemplo, sin que me distraigan sus defectos. Además, guardo una romántica noción de que ahora podrán heredarlo las generaciones que me siguen. Hasta que llegue esa hora, este reloj me une a mi padre que lo llevó y a mi madre que disfrutó con mi decisión de restáuralo. Ese vínculo emocional, tal como afirmé al principio, es impagable.
Muchas gracias Adam. Un magnífico reloj con una gran carga emocional.
Te comprendo perfectamente. Y otra vez gracias por contarlo
Thank you Pere! ?
Gran lectura y precioso el reloj. Que buen homenaje para tu familia!!
? Gracias Miquel. Muy amable.
Adam yo hubiera hecho lo mismo. Es un gran recuerdo.
Gracias por compartirlo siendo una cosa tan personal.