@aviation_watch
Como todo coleccionista bien sabe, unos relojes llegan y otros se van, estos últimos a menudo para dar paso a los primeros.
El mes pasado nuestro compañero @nicaragon se despidió del Grand Seiko SBGN009 para dar entrada a otro reloj, el Tudor Black Bay Fifty Eight con la referencia M79030N-0001.
Tal como prometió en el artículo de despedida, ha tenido a bien prestarme el Tudor unos días para poder ofreceros esta reseña.
Me extrañaría mucho a estas alturas si no conocierais este reloj, ya que fue uno de los lanzamientos estrella de Baselworld 2018. Dicho esto, también hay que remarcar que pasó algo desapercibido inicialmente ya que la presentación del Tudor Heritage Black Bay GMT acaparó la mayor atención de los medios del sector durante el certamen. Sin embargo, con el tiempo los aficionados se decantaron por el Fifty Eight. Desde entonces, es uno de esos relojes que atrae espontáneamente expresiones de admiración entre los mismos y yo diría que casi de manera universal.
Sin más preámbulos, pasemos a verlo.
En primer lugar, quiero dedicar una líneas a la marca Tudor y a la colección Black Bay.
Tudor fue establecida en 1946 por Hans Wilsdorf, el fundador de Rolex, como filial para ofrecer relojes de alta calidad a precios más asequibles. Desde 1960, la Fundación Hans Wilsdorf es propietaria de ambas marcas. Dada la interconexión entre ellas, en el imaginario popular la marca Tudor ofrece la legendaria fiabilidad y calidad de Rolex pero a un precio más accesible para todo el mundo.
La colección Black Bay, en términos generales, ofrece relojes modernos de estilo “vintage”. A priori, esto puede parecer un sinsentido. Sin embargo, Tudor se las ha arreglado para hacerlo genuinamente bien. Ha presentado relojes de buceo contemporáneos con una estética retro, combinando el “look” antiguo y las prestaciones moderas a la perfección.
El BB58 representa una familia de la colección Black Bay, que fue lanzada inicialmente en el año 2012. Desde entonces, se ha convertido en la gama más reconocida y vendida de la marca Tudor. Aparte de la línea estándar, embarca siete líneas adicionales (Fifty-Eight, Chrono, Bronze, P01, 32/36/41, Date y GMT) con un total de 66 modelos.
La referencia M79030N-0001 es la inicial del año 2018, con esfera y bisel en negro y acabados dorados (exceptuando el triángulo de las 12 h en el bisel en color rojo). En julio de este año, Tudor añadió una versión con esfera y bisel en azul y acabados plateados, con la referencia M79030B-0001 (sólo varía la B, de “blue”, con respecto a la inicial).
Los podemos comparar en la imagen a continuación.
El Black Bay Fifty Eight es una “celebración” del 60º aniversario de los primeros relojes de buceo de la marca, con clara inspiración en modelos como el Tudor Oyster Prince Submariner (Ref. 7922) y el Tudor Submariner “Big Crown” (Ref. 7924). La herencia salta a la vista tras observar la esfera, el cristal abovedado y la corona de estas referencias tempranas.
Las características agujas angulares, conocidas como “Snowflake” (copo de nieve), derivan del desarrollo de los relojes de dotación creados para la Armada Nacional Francesa y se emplearon por primera vez en la Ref. 7016 de 1969. Desde entonces, están eternamente ligadas a la marca Tudor, así que no podían faltar en este reloj conmemorativo.
Inspirado por estos icónicos relojes, el Tudor Black Bay Fifty-Eight se presenta en una caja de acero inoxidable 316L (no el 904L empleado por Rolex) con una combinación de acabados pulidos y satinados. Su diámetro es de 39 mm, un tamaño bastante comedido, acorde con los relojes que inspiraron a este modelo.
Dicho esto, añadir un reloj de este tamaño a una gama bien establecida (donde imperaban los 41 mm) fue una apuesta arriesgada, pero exitosa. Todas las demás dimensiones también se redujeron para esta versión: la altura de 14,8 mm pasó a 11,9 mm, la medida de asa a asa (“lug-to-lug”) de 50 mm a 47,8 mm y la distancia entre asas de 22 mm a 20 mm. Con ello, se mantuvieron las proporciones del Black Bay, en versión “petite”.
El reloj lleva una gran corona roscada firmada con el logotipo de la rosa de Tudor en relieve y un fondo ciego atornillado, con el típico sistema de apertura de Rolex. El conjunto nos brinda 200 m de resistencia al agua.
En el siguiente carrusel de imágenes se puede observar lo limpia que resulta la presentación de este reloj, con todos los detalles muy bien cuidados: caja, bisel, esfera, marcadores, agujas y el texto impreso. El conjunto es sumamente armonioso y el “look” retro está muy bien conseguido.
La esfera, aunque es difícil de apreciar, es ligeramente abovedada.
Las agujas (del tipo “Snowflake”, por supuesto) y los marcadores viene enmarcados en oro “rosa”, según la marca. El mismo tipo de oro se utiliza en logotipo, textos, índices y números impresos.
La falta de fechador proporciona una simetría perfecta, acentuada por el diseño de los marcadores de hora, tipo bastón a las 3-6-9 h, un prominente triángulo a las 12 h y círculos en los demás.
Las agujas, los marcadores de las horas y la yema del triángulo del bisel llevan una buena aplicación de material luminiscente, con el resultado esperado, que os muestro a continuación.
El bisel unidireccional proporciona un sonido muy agradable, indicando la solidez de su construcción, pero tiene un perfil muy bajo y su manipulación no es fácil si uno está acostumbrado a biseles de mayor envergadura. Tras varias pruebas me di cuenta de que era una cuestión de conseguir un buen ángulo de contacto con la parte superior del mismo.
Por otra parte, la escasa altura del bisel hace que el zafiro abombado sobresalga bastante, añadiendo un toque al aire vintage del reloj, pero también exponiéndolo sobremanera a los rigores del día a día.
Tanto la versión inicial como la azul de este año se presentan con brazalete o correa de piel o NATO a juego. El diseño del brazalete ha sido muy criticado desde el lanzamiento del “Fifty-Eight”. Tras disfrutar del reloj unos días, no me extraña absolutamente nada que estas quejas sean tan comunes. Tampoco es que se trate de una cuestión de vida o muerte, pues el brazalete tiene muy buen aspecto y es muy cómodo puesto. Sin embargo, con el uso, sus defectos se hacen evidentes.
Suelen enumerarse cuatro de ellos. En primer lugar, en las uniones entre eslabones encontramos remaches. No afecta al ajuste de tamaño, pues cerca del cierre encontramos tornillos en vez de remaches, pero rompe la armonía y en mi opinión esta elección estética no tiene justificación alguna. En segundo lugar, el cierre es muy básico, con pestaña a presión y cierre de seguridad. Abrirlo no es fácil sin buenas uñas. En tercer lugar, solo cuenta con tres posiciones de micro ajuste. Caben más en el cierre y son baratísimas de añadir durante su proceso de producción , por lo que esto sí resulta en mi opinión un fallo bastante imperdonable. Finalmente, he visto alguna queja sobre la falta de una extensión de buceo, aunque yo no la he echado en falta. Es un reloj “de buceo”, pero dudo mucho que se use para el desempeño profesional del buceo.
La trasera no permite ver el calibre, pero es destacable que el Black Bay 58 incorpora el calibre manufactura MT5402, desarrollado específicamente para este reloj por la reducción de sus dimensiones. Este nuevo calibre, de tan solo 26 mm de diámetro, conserva las características del MT5602 que equipan los Black Bay de 41 mm, es decir es automático de carga bidireccional, ofreciendo 70 horas de reserva de marcha y una oscilación de 28.800 vph. Por supuesto, lleva certificación COSC.
Equipar un calibre de manufactura es un factor importante, en mi opinión. Aparte de la exclusividad que representan este tipo de calibres en general, en este caso concreto es una señal clara de que el Fifty-Eight es verdaderamente un reloj insignia para Tudor, al igual que los otros Black Bay. Queda claro que no es una simple pieza conmemorativa diseñada con objetivos meramente comerciales. Tras ese fondo ciego, Tudor podía perfectamente haber elegido cualquier otro calibre, incluido el ETA 2824 que equipan los Black Bay 36.
Antes de llegar a la conclusión de este artículo, debo citar que la versión con brazalete tiene un PVP de €3.470 y que Tudor ofrece una generosa garantía transferible de cinco años sin necesidad de registrar el reloj o someterlo a revisiones periódicas.
Queda enseñarlo puesto, en este caso en mi muñeca de 17,5 cm de circunferencia. Tras la imagen resumiré mis impresiones.
Una vez puesto en la muñeca, es evidente que el Black Bay 58 se trata de un reloj muy especial, a pesar de los defectos que he ido mencionando.
Es compacto, pero luce algo más grande de lo que es en realidad por el color uniforme de esfera y bisel. Yo, que suelo llevar relojes más grandes, considero que tiene un tamaño perfecto. En muñecas más pequeñas estoy seguro de que también sentará bien.
A simple vista se ve que es un producto de alta calidad, robusto y exquisitamente construido.
Combina la sensación de nuevo que aportan los acabados brillantes del oro con su muy bien conseguido “look” retro. El cristal abovedado, el bajo perfil del bisel y la gran corona nos retroceden 60 años en el tiempo.
Resumiendo, es un reloj de unos tonos y unas proporciones muy versátiles, súper preciso, cómodo de llevar y que tiene y proyecta una gran calidad. Es por tanto una pieza muy difícil de quitarse de la muñeca para devolvérsela al compañero. ? Ese es el mejor cumplido que se le puede rendir a este reloj.
BRUTAL, me encanta.
Gracias por la reseña.
Un abrazo
Un placer Nica, gracias por prestármelo. Nos vemos en unos meses y te lo devuelvo. ?
Muchas gracias por la reseña. Enhorabuena Nica por esa gran pieza.
? con este es muy fácil.
Nica, yo también hubiera hecho ese cambio. A disfrutarlo.
Gracias Adam por el artículo.
Á ti por leer. ?