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Tarde De Domingo (Un Relato De Paul Davis)

@guardatiempo

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Comencé con Los relojes de Paul Davis, sin daros mucha oportunidad de conocer quién es exactamente ese Paul Davis. Por supuesto, sus libros están disponibles en el marketplace de Amazon, aunque podéis empezar por aquí: A contrareloj 3. Paul Davis, el comienzo (Libro completo gratis), donde podréis leer una de sus aventuras gratuitamente, o incluso descargarla en diferentes formatos.

Pero faltaba algo, un relato corto en exclusiva para SaFonaGastroCrono, algo que pudierais disfrutar leyendo. Al igual que en las novelas, no os perdáis las notas al final. Espero que disfrutéis la lectura.

Tarde De Domingo, Por J.G. Chamorro

Capítulo 1

Los domingos por la tarde son habitualmente un tiempo de descanso, pero también algunas veces de cierta tristeza o melancolía, máxime en los días de noviembre en que nos encontrábamos.

Solía dedicar la sobremesa a hacer un seguimiento de los nuevos contenidos publicados en Hablemos de Relojes, ZonaCasio, SaFonaGastroCrono y en la Bitácora de Javier Gutiérrez Chamorro. Me permitían mantenerme al día de la actualidad relojera, y al mismo tiempo, desconectar un poco relajándome.

Lo apagado del día, así como el sopor que me producía la agradable temperatura en el interior de mi apartamento me causaban una sensación de somnolencia y cierta parálisis. Como a menudo hago, decidí salir a la calle a dar un paseo. En aquella ocasión, opté por sacar el viejo Junkers Iron Annie JU 52 con referencia 6656-1 de mi caja de relojes, un reloj que pese a ser el que usaba una década atrás, llevaba mucho tiempo sin usar, y que como todos los que tengo, se encontraba en perfecto estado. Así que me calcé unas zapatillas deportivas, una bufanda, guantes y un abrigo, y comencé a caminar.

Tras algo menos de una hora paseando a ritmo ligero, mi temperatura corporal se había elevado perceptiblemente, y por fin había logrado zafarme del frío. Tanto era así, que irónicamente noté como mi cuerpo comenzaba a sudar.

Aprovechando un parque cercano, decidí aproximarme y sentarme un rato en un banco. El domingo a aquella hora casi de sobremesa y con aquel clima, no me costó encontrar uno vacío. De hecho, la mayoría lo estaban.

Me senté sobre sus tablones de madera, esos bancos que desde tiempos inmemoriales parecen diseñados expresamente para que nos parezcan increíblemente cómodos… durante los primeros diez minutos. A partir de ahí, cuanto más tiempo permanecemos sentados, más incómodos se van haciendo, como si la madera tuviera por objetivo destrozarnos las posaderas. Mientras tanto no dejaba de contemplar la esfera de mi reloj con la manecilla segundera marcando el transcurso del tiempo. Pensé en cómo quizás los diseñadores de bancos habían sido los precursores de los restaurantes de comida rápida. Negocios que habían imitado aquella técnica para así limitar el tiempo que los comensales pasaban en sus instalaciones.

Creo que llegué a reírme yo sólo de esa ocurrencia, o así me lo pareció cuando un hombre de unos setenta años se acercaba a mí.

—¿Le importa que me siente?

Me sorprendió aquella pregunta. Estaba sonriendo entre mis pensamiento, y puede que también con esa cara contemplativa que se nos queda a muchos aficionados cuando nos ensimismamos mirando nuestro reloj. Además, el parque estaba desierto, así que había decenas de bancos libres para elegir. Mis dotes deductivas me llevaron a conjeturar que aquel hombre, más que un asiento, buscaba conversación.

—Hace frío, ¿eh? — continuó él.

Asentí. No quería negarle la compañía al hombre, pero tampoco tenía demasiadas ganas de conversar. Quizás por eso no supe que responderle. Si no hubiera resultado maleducado, me habría levantado y hubiera continuado paseando. Pero ya era tarde. No me quedaba más que aguardar unos minutos de cortesía, y entonces marcharme.

—Me gusta su reloj. — dijo él intentando encontrar un tema de conversación.

Supuse que se había dado cuenta que yo lo estaba mirando cuando él llegó.

—¿Qué marca es? — insistió.

Tal vez porque estaba siendo poco sociable con aquel señor, o porque había logrado sacar un tema que me interesaba, finalmente le respondí:

—Un Junkers.

—Qué marca más rara… Nunca la había oído…

—Bueno, no es demasiado conocida aquí.

—Ahhh claro. Es extranjero. El mío si es de aquí. —me dijo mostrándome su Festina.

—¿Sabe que es posible que mi Junkers tenga más que ver con España que su Festina? — le repuse.

Capítulo 2

Miré la expresión del hombre. Se había quedado verdaderamente intrigado con mi última frase. Aquella sensación me encantaba.

—La marca Festina se creó en 1902 por parte de la familia Stüdi en la ciudad suiza de La Chaux-de-Fonds. En 1935 la familia fundadora traspasó la marca al empresario Willy Burkhard von Wilhelm. Durante la II Guerra Mundial la empresa se trasladó aquí, a Barcelona, a cargo de Adolf Hoffmann. En 1975, Georges Uhlmann, un empresario que contaba con una importante presencia en el mercado español, francés e italiano, adquirió la empresa… Ya ve que de española poco tenía.

Cuando me pongo en plan erudito de la relojería, mucha gente suele aburrirse. Es algo que se nota, así que volví a examinar el lenguaje corporal del hombre. Parecía interesado en el tema, esa mentalidad que ha desarrollado la gente mayor, y a la que le encanta aprender cosas nuevas.

—Le decía que con Uhlmann a partir de 1975, la cosa no fue demasiado bien. Entonces en 1984, aparece Miguel Rodríguez Domínguez, un gaditano que en 1981 había adquirido la también suiza Lotus, y se hace con Festina.

—Vaya. No sólo Festina era extranjera, también Lotus que yo pensaba que era de aquí. — observó mi compañero de banco. —Ya veo que Festina no es tan española como pensaba.

—Ahora sí lo es, sólo que durante la mayor parte de su historia no lo fue.

—Y dígame, ¿qué tiene su reloj de español?

—Junkers es una marca alemana, aunque este modelo es el JU 52 Iron Annie. El Junkers JU 52, apodado “Tante Ju” e Iron Annie, fue un avión de transporte alemán. Era un monoplano de ala baja con tren de aterrizaje fijo y revestimiento metálico, descendiente del Junkers F 13. A pesar de sus rasgos arcaicos, con líneas angulosas y revestimiento corrugado, se convirtió en el aeroplano favorito de Adolf Hitler, quien utilizó uno de estos modelos para su uso personal, la unidad con matrícula D-2600, pintada en color plateado.

—Aún no veo que pueda tener de español eso.

Me di cuenta que aquel hombre, pese a ser mayor, no era tan anciano como para haber sufrido las consecuencias de la Guerra Civil Española, la contienda que tuvo lugar entre 1936 y 1939.

—El Junkers JU 52, el avión al que rinde homenaje este reloj, fue utilizado en la Segunda Guerra Mundial, pero también ocasionalmente como bombardero en la Guerra colonial portuguesa y en la Guerra del Chaco entre Paraguay y Bolivia, pero también incluso durante la Guerra Civil Española.

—Ya entiendo. No es español, pero forma parte de la historia de España.

—Sí, en cierta forma sí. Exactamente igual que su Festina. No fue una marca española, pero también forma parte de nuestra historia.

Podéis acusarme de que tal vez mi justificación del JU 52 era algo forzada, no os lo negaré, llevé el argumento al extremo. A cambio de eso, surgió una interesante charla. El hombre logró la conversación que buscaba, y yo conseguí hablar de algo que me gusta.

—¿Le gusta el fútbol? —cambió el hombre de tema.

Eché un último vistazo al Junkers en la muñeca:

—Se me está haciendo tarde. Debo irme.

—Un placer conocerle señor…

—Davis. Paul Davis.

—Jaime. Encantado.

El fútbol siempre me ha parecido aburrido y cansino. Hasta tal extremo que conversar acerca de ese deporte, igual que hacerlo sobre política o religión, lo considero algo poco provechoso y hasta inútil.

Notas

Adam (@aviation_watch) de safonagastrocrono.club me sugirió que creara un relato exclusivo de Paul Davis para publicar en esta página de web dedicada a los relojes. La idea me encantaba, pero no fui capaz de encontrar una historia que fuera lo suficientemente breve, y a la vez interesante para publicar. Tenía algunas cosas que me rondaban la cabeza: los relojes españoles, rescatar uno de los primeros guardatiempos que usó Davis… Y así, dándole vueltas, terminé escribiendo un relato que mezcla narrativa con divulgación relojera. Anécdotas curiosas capaces de captar la atención de los amantes a la relojería y de los que no lo son… O al menos así lo espero.

8 comentarios en «Tarde De Domingo (Un Relato De Paul Davis)»

  1. javierreloj

    Me ha gustado mucho Javier, sobre todo la parte final de no fútbol, política y religión que son las normas de nuestro grupo.
    Una pregunta indiscreta. Los relojes que utilizas en tus historias son los que están o han pasado por tu caja?
    Gracias

    1. Javier Gutiérrez Chamorro

      Un placer que te haya sido agradable. Es un tipo de relato que se lee rápido, que aporta curiosidades sobre la relojería, y que bueno, nos hace pasar un domingo entretenido.

      Los relojes que suelen aparecer son piezas que por un motivo u otro me gustan. Es difícil que a alguien que le gustan los relojes haya algún reloj que no le guste. Algunas las tengo o he tenido, y otras no. Ojalá pudiera tener tantos como aparecen en las historias.

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